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Deep Purple regresa con «Woosh!», rock duro para un apocalipsis

Dicen que lo clásico, lo que suena familiar, reconforta el alma en tiempos convulsos. Y aunque Deep Purple regresa a escena con trece canciones nuevas y relucientes, hay algo en ellas que efectivamente, sienta muy bien, como si no hubiera pasado el tiempo desde la primera vez que los escuchamos. De ahí el título «Woosh!», que alude a lo rápido que se les han pasado a ellos estos cincuenta años de carrera, a los que ahora dan continuidad con un álbum en el que la mayoría de las canciones no son sólo razonablemente buenas, sino que además suenan como Dios manda. Eso es en gran medida gracias al productor Bob Ezrin, con el que esta banda de leyenda lleva trabajando ya tres discos seguidos, pero también, cómo no, gracias al imponente oficio de cinco mitos como son Ian Gillan, Roger Glover, Ian Paice, Steve Morse y Don Airey.

Sin querer, han entregado un disco de su tiempo. Lo apocalíptico es

un topicazo del heavy y el rock duro, pero sigue resultando curioso encontrarse con títulos como «We are all the same in the dark», «Remission possible» o la imprevisible y fabulística «Man alive», que directamente habla de la extinción de la Humanidad, en un repertorio compuesto y grabado mucho antes de la pandemia. Musicalmente, el disco alcanza un nivel que, sin ser espectacular, sí ofrece momentos excelentes como la potente cabalgada de «The long way round», el frenesí pianístico de «What the what» o el alarde «prog» de «Nothing at all».

Flojean algunos fragmentos de épica demodé y lírica ingenua (como en «Drop the weapon» un alegato contra la libertad de llevar armas en Estados Unidos), pero el balance del álbum es tan satisfactorio como para pensar que jamás entrará en la lista de trabajos menores del quinteto británico. Y eso es mucho decir.

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